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lunes, 23 de mayo de 2011

De los visionarios al ciudadano Corporativo

De los visionarios al ciudadano corporativo
En un país que vio dramáticamente obstruido su ingreso al siglo XX por una dictadura de a caballo, como la de Juan Vicente Gómez, hacer RSE, aunque fuera de manera intuitiva, era -sin duda- ser un visionario. Empresarios como Eugenio Mendoza se adelantaron a su época y sembraron la semilla de la ciudadanía corporativa

En el principio fue el petróleo. Los primeros vestigios de algo parecido a una gestión de RSE en Venezuela se remontan a 1913, cuando se asientan los campos petroleros. El primero sería Mene Grande, en el estado Zulia. "Eran centros aislados de viviendas y servicios para los trabajadores extranjeros, los cuales obedecían al hecho de que, en el medio geográfico en donde operaban, las condiciones de habitación y sanitarias eran precarias", apunta Charo Méndez en su obra Responsabilidad Social de Empresarios y Empresas en Venezuela durante el Siglo XX. Según la autora, las primeras actuaciones hacia los trabajadores estarían capitalizadas por las petroleras.

Acaso acicateados por influencias foráneas de vanguardia, los empresarios locales también atenderían primero las necesidades laborales. Así, en el principio también fueron los trabajadores. Ricardo Zuloaga, fundador de La Electricidad de Caracas, avizoraría la necesidad de que su planta de producción eléctrica estuviera rodeada de viviendas, capilla, escuela y servicio médico para los trabajadores. Asimismo, La Electricidad de Caracas sería "la primera empresa en establecer, en 1917, un reglamento de condiciones de seguridad, que estipulaba la figura de pensión para amparar los trabajadores incapacitados".

El conocido empresario Rafael Alfonso Hernández, ex presidente de Alfonzo Rivas & Cía., afirma que, en los albores de la actividad de la RSE en el país, "los individuos que fundaron los negocios lo hacían de su propio bolsillo". Luego -dice- vendrían instituciones como el Dividendo Voluntario para la Comunidad, "que facilitaron a las empresas el poder canalizar recursos, y que se hacía por la vía de una cantidad más o menos digna, de un presupuesto", pincela.

Aún de su bolsillo, otro visionario, Carlos Delfino, propietario de Cementos La Vega, matizaría los alrededores de su fábrica con un dispensario y un centro cultural para la comunidad. Otro grupo de interés se abre paso: las comunidades. Las petroleras no se quedan a la retaguardia. En 1928 se funda el hospital Caribbean, en Mene Grande. Por su parte, el empresario Oscar Machado dona, en 1929, un terreno en el cual funcionará el Instituto Benéfico Simón Rodríguez, que atiende niños pobres y desnutridos. "Allí funcionó el programa Gota de Leche, organización creada por el doctor Juan de Dios Villegas y el padre Machado, y en la cual también participó activamente Alfonzo Rivas".

Luis Bigott, fundador de Cigarrera Bigott, luego de haber creado en su hacienda, en 1932, la urbanización Bigott, en la que habitaban sus trabajadores, y una escuela comedor para la prole de aquellos, en la cual se llevaba registro de su desarrollo físico, dona asimismo un terreno en Maripérez para edificar el Instituto de Ciegos y Sordomudos Simón Bolívar. Paralelamente, empresas y empresarios promueven el asentamiento en Venezuela de grupos internacionales de servicio a la comunidad, como la Fundación Rotaria y la Asociación Scout de Venezuela. Eran apenas los primeros pasos.

Dos dictaduras

En 1935 muere Juan Vicente Gómez y, sobre sus cenizas, comienza a construirse una etapa de conducción progresiva a la democracia. En 1936 se firma una nueva Carta Magna, que echa las bases del Estado benefactor, "garantizando la libertad de trabajo e industria, los derechos sociales y la protección laboral". La historia se ve salpimentada por un puñado de hitos, tales como la reforma de la Ley del Trabajo, la creación del Ministerio del Trabajo y la nueva Ley de Impuesto sobre la Renta, entre otros. Pero sobresale la creación de Fedecámaras en 1944.

Una nueva etapa desgarra el horizonte: surgen Eugenio Mendoza y Cía., la Embotelladora Pepsi-Cola, Industrias Pampero, Cervecería Polar y el diario El Nacional. En la década de los 30, el foco se vuelca sobre la idea de que el trabajador "es un recurso humano al que hay que retribuirle y compensarle su esfuerzo". Así, Alejandro Hernández alza las urbanizaciones Pampero, en Las Tejerías y Ocumare del Tuy, para sus trabajadores, al tiempo que crea una escuela artesanal y conviene en que sus empleados participen en calidad de accionistas de la compañía.

En 1942 el Código Civil acoge en su corpus redaccional una noción que daría qué hablar: la de "fundación". De este modo, Venezuela ve nacer ese mismo año una referencia nacional como es la Fundación Venezolana contra la Parálisis Infantil.

Hacia 1948 las destilerías desbordan su torrente y, por ejemplo, Hacienda Santa Teresa, administrada por Alberto Vollmer, ofrece a sus trabajadores vivienda, servicios y recreación. Un poco antes, en 1946, Lorenzo Mendoza compra terrenos adyacentes a su planta cervecera, en Antímano, y edifica viviendas para sus empleados, al tiempo que realiza actividades deportivas y culturales para la comunidad. Un año después, en 1947, La Electricidad de Caracas firma el primer contrato colectivo, con un régimen de pensiones que excede los requerimientos de ley. Ese mismo año el Grupo de Empresas Mendoza crea la Financiadora Inmobiliaria Nacional (Finca), para que sus trabajadores se hicieran de una vivienda. Este tema -el de la vivienda- será de suma importancia en la obra social de Eugenio Mendoza.

Mireya Vargas, socióloga y directora de Foco Sustentable, sostiene -como muchos otros empresarios y expertos en el área- que "sin duda Eugenio Mendoza es el gran baluarte" de la RSE en Venezuela. Junto a otro Mendoza -Lorenzo, de Empresas Polar- serían, según Vargas, pioneros en lo que fue responsabilidad social con los trabajadores.

Despunta 1948 y el sonido de las botas vuelve a repiquetear en el país. Llega otro militar al poder: Marcos Pérez Jiménez. La actividad empresarial, no obstante, sigue su curso y se fundan varias empresas de envergadura. William H. Phelps crea en 1949 la Fundación Phelps, para actividades de corte naturalista. La Fundación Rochefeller tiene una participación activa en los campos de alimentación y salud.

En 1950 Alfredo Boulton crea la Fundación Boulton, "para la investigación histórica y el resguardo del patrimonio histórico". Y en 1951, influenciados por la Fundación Rockefeller, Eugenio Mendoza y su esposa crean la Fundación Eugenio Mendoza, para la ayuda a la infancia, la agricultura y la cultura.

El ex presidente de Fedecámaras, Hugo Fonseca Viso, subraya la figuración "estelar" de Eugenio Mendoza: "él, por sus condiciones, visualizó la importancia de ocuparse de estas cosas, de ir más allá, de garantizarle, por ejemplo, a los empleados y a la gente que trabajaba con él vivienda y una serie de planes de mejoramiento. Innovó en este sentido en Venezuela, y dio un ejemplo, porque indudablemente las otras organizaciones empresariales empezaron a ver que la gente de Mendoza tenía más continuidad en el trabajo, se apegaban más a sus puestos, trabajaban mejor, con mejor ánimo, con más dedicación", se entusiasma Fonseca Viso.

La Tierra tiembla

En 1958 Marcos Pérez Jiménez huye del país a bordo de un avión, a la caída -a manos del pueblo- de su feroz dictadura. Se corta el cinto de la nueva era democrática y se instaura una política de sustitución de importaciones, pero la inversión extranjera -especialmente la norteamericana- es significativa.

La Constitución de 1961 sirve de marco a un Estado que "garantiza el bienestar de la población, desea consolidar el sistema político y es el distribuidor exclusivo de la renta petrolera". La década de los años 60 presencia a un empresariado con un comportamiento social altamente proactivo, con la actuación -bien en solitario o en conjunto- de una multiplicidad de grupos económicos que desarrollan sus acciones hacia los trabajadores o las comunidades, poniendo el acento en el tema educativo.

Así, en 1958, varios empresarios fundan Pro Venezuela, con el objetivo de incidir en políticas públicas. Ese mismo año cerca de sesenta empresas y cuarenta personas dan vida a la Fundación Vivienda Popular, una organización con patrimonio propio que tiene como espíritu "hacer frente al problema del déficit de vivienda". Su primer presidente es Eugenio Mendoza. De este ente se desprenden Viviendas Populares, S.A. (Viposa) y el Banco Hipotecario de la Vivienda Popular.

A la par de la caída de la dictadura, en 1958, Sánchez & Cía. -enraizada en el sector ferretero- crea la Fundación Sánchez. "Además, algunas de las fundaciones de vieja data, creadas por las compañías petroleras y por empresarios nacionales, con no poca audacia, promueven la Federación de Instituciones Privadas de Atención al Niño (Fipan)".

Un año más adelante nace la Fundación Shell, con departamentos de agricultura y educación. Ese mismo año se abre paso la Fundación Neumann, para trabajar en educación y cultura. En 1960, algunos obispos dan su bendición y apoyo a la iniciativa de un grupo de empresarios nacionales, para la creación del Instituto Venezolano de Acción Comunitaria (IVAC). También en 1960 Nelson Rockefeller "impulsa la creación del Consejo de Bienestar Rural".

Pero entre el 17 y el 21 de febrero de 1963, tiene lugar en la ciudad de Maracay un evento que se adelanta varias décadas a su tiempo: el I Seminario Internacional de Ejecutivos. Organizado por la Fundación Creole, con los auspicios de la Asociación Venezolana de Ejecutivos (AVE) y la Fundación Eugenio Mendoza, el citado seminario serviría para que se acuñaran algunas ideas de avanzada como, por ejemplo: "No puede haber bienestar económico sin bienestar social", "la colaboración de la empresa en la solución de los problemas sociales no es caridad sino inversión en la empresa", o, algunas lapidarias, que algunos considerarán como un mal presagio: "Si la empresa ignora a la sociedad, la sociedad terminará por ignorar a la empresa".

Eugenio Mendoza introduce la idea de crear el Dividendo Voluntario para la Comunidad, que verá la luz finalmente en 1964, concebido como "un fondo común alimentado con aportes procedentes de las utilidades de las distintas empresas". Esta experiencia repercute en el extranjero con la Phillipine Business for Social Progress (1971) y el Dividendo por Colombia (1998).

En idéntica fecha, la Cámara de la Industria Farmacéutica crea la Fundación José María Vargas, "para apoyar investigaciones científicas, publicaciones y otorgar becas". Un año más allá, la Fundación Vollmer nacerá como el catalizador del sistema de apoyo social de la familia Vollmer. Nacen también la Fundación Viasa y la Fundación Ricardo Zuluoaga. Surgen Educrédito y el IESA en 1965.

Como se ve, pasan múltiples cosas en el país. Y también en el subsuelo: Caracas se sacude bajo los efectos de un terremoto en 1967. Fedecámaras concibe un fondo para la emergencia que logra capitalizar sesenta y siete millones de bolívares, monto que será distribuido por el Dividendo Voluntario para la Comunidad.

Tres fases

Entre 1970 y 2000 se registran tres etapas: el Estado como el mayor inversor en materia social (década de los 70); El boom de las fundaciones corporativas (década de los 80), y la transformación de la inversión social, a partir de la liberalización económica (década de los años 90).

La década de los 70 es escenario de varios acontecimientos de alta resonancia, como la I Reunión de Fundaciones y Empresarios de América (1974), una eclosión del tema ambiental, que desemboca -en estas tierras- en la creación de la Fundación para la Defensa de la Naturaleza (Fudena), en 1975, y, con la nacionalización de la industria petrolera en 1976, el retiro de las compañías extranjeras y -por ende- sus planes de responsabilidad social.

Pdvsa emerge, entonces, como industria nacional e implementa una política de relaciones públicas y donaciones filantrópicas. El grupo Sivensa crea, en 1976, Fundametal, y en esa misma fecha nace el conocido Grupo Santa Lucía, fundado por empresarios que desean "pensar al país", digamos.

Otro hito que vendrá a convertirse en la mayor referencia privada en la materia se abre camino: la Fundación Polar es creada en 1977. Ese mismo año surgen las fundaciones General Electric, Johann Schafer y Merck, a la par de algunas fundaciones familiares como la Rafael Urdaneta. Finaliza la década con el nacimiento de Acude, en 1980, como un programa nacional de alfabetización ideado por Monseñor José Joaquín Salcedo y financiado por el Banco Consolidado.

La década de los 80 comienza con el Viernes Negro y con la crisis económica crónica que desencadenó. Pero al mal tiempo buena cara, y, paradójicamente, de la crisis estalla un boom de fundaciones corporativas que competirán con instrumentos de patrocinio cultural.

La primera de ellas es la Fundación Banco Consolidado, que viene a estructurar la actividad filantrópica desplegada por José álvarez Stelling y, a la vez, incrementa los patrocinios culturales de American Express. De este mismo grupo económico se desprendería, en 1989, la Fundación Carlos Stelling, "para otorgar becas y equipos de salud". El grupo Latinoamericana de Seguros crea la Fundación Latinoamericana de Seguros, al tiempo que engendra, en 1988, la Fundación Progreso. En 1980 se crea también el grupo Roraima: los miembros del grupo Santa Lucía desean pasar del pensamiento a la acción, y se reúnen en el edificio Roraima, de la distribuidora Benedetti. Ese mismo año Sidor inicia un programa de medicina ocupacional para sus trabajadores, e inaugura una sala de arte en Puerto Ordaz. "El Grupo Corimon desarrolla la estrategia del voluntariado hacia la comunidad 'gente de trabajo que trabaja por la gente".

En 1981 se produce un segundo capítulo de la Reunión Internacional de Fundaciones y Empresarios. Los temas fueron educación, desarrollo rural, salud, administración financiera y planificación estratégica. Desde esa misma fecha, Pdvsa despliega a través de sus filiales una política de desarrollo urbano para echar por la borda el concepto de campamento petrolero, sin "desmejorar la calidad de vida del trabajador y de la comunidad vecina".

La Fundación Bigott abre sus puertas en 1982, tomando como nicho natural la cultura popular. A la par, el Dividendo Voluntario para la Comunidad echa a andar su programa de escuelas rurales. Irrumpen en la escena la Fundación Carlos Julio D'Empaire, la Fundación Banco Provincial, así como la Fundación Inlaca, ésta última "para realizar investigaciones sobre el sector agropecuario y editar publicaciones". La aparición de una decena adicional de fundaciones e iniciativas -siempre en el ámbito cultural y ambiental- cierra la década.

"El proceso de liberalización y apertura petrolera trajo nuevos grupos corporativos transnacionales y el retorno al país de las grandes empresas petroleras extranjeras, ambas con aplicación local de sus esquemas de responsabilidad social", dice Méndez.

A principios de los noventa una nueva crisis, ahora en el sector bancario, redimensiona el mapa financiero local, arrastra a grupos económicos poderosos y, en consecuencia, a sus acciones sociales. Pero pronto el vacío será llenado por los grupos emergentes. El siglo cierra con la aprobación de una nueva Carta Magna, "que establece nuevos mecanismos de participación y corresponsabilidad, pero que los grupos económicos, primordialmente los extranjeros, no están dispuestos a utilizar".

"Creo que en los últimos 10 años ha venido una concientización, de hacerlo de manera mucho más profesional, con más sentido -en el fondo- de lo que se quiere. Creo que la ISO 26000 va a constituirse en hito histórico definitivo. Pero yo insisto en que esas normas deberían tener una parte importante para formar 'individuos socialmente responsables' dentro de la sociedad en la que uno actúa", remata Rafael Alfonzo Hernández.

Fuente: Producto
http://www.producto.com.ve/rse/afondo/de-los-visionarios.php

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